miércoles, 30 de enero de 2008

LOS CORTARON

Los cortaron, los arrancaron todos. Y con ellos un trozo de historia de Belmez, y también una oportunidad.
Había árboles que estaban, ya, provocando daños en una casa y un par de pinos que eran muy agresivos con el acerado. Sólo esos podrían haber sido eliminados, con mucha pena pero con una excusa aceptable y razonable. Los demás no. Al menos para mí y para un buen número de vecinos y belmezanos.
Varias acacias y un moral de más de cien años. La obras de mejora de la Calle Covandonga, antiguo Paseo a La Estación, han acabado con ellos. ¿Por qué?
No voy a entrar a discutir informes técnicos, ni proyectos, ni interés ambiental ni en quién pudo haberlo evitado, no me interesa ya. Estoy triste, me da pena y estoy cabreado porque creo que podía haber hecho algo más por evitarlo. Pensé que se salvarían algunos ejemplares, estaba convencido y confiado, pero me equivoqué; en menos de dos horas una decisión y una pequeña máquina han aniquilado más 600 o 700 años de historia.
Hay vecinos que han vivido junto a ellos muchos años que no volverán a ver un poco de sombra frente a su puerta, morirán antes de que un árbol sea lo suficientemente grande como para poder taparle la cabeza y protegerlo de los rayos del sol. Eran los últimos ejemplares de aquellos que nuestros bisabuelos plantaron para proporcionar sombra a un paseo muy concurrido por entonces que los llevaba hasta la estación de tren. Están datados, fechados y fotografiados desde hace muchos muchos años. Son anteriores a la Plaza de Toros, el edifico más emblemático de la calle junto a la Escuela Politécnica, el colegio, la futura residencia o el Estadio Juan Cortés.
Sinceramente, con la mano en el corazón, no creo que nadie quisiera que la calle se quedara sin ellos, que el pueblo pudiera seguir disfrutando de su presencia, su historia y un patrimonio que más que natural es antropológico. No quiero que nadie vea en este artículo un reproche a nadie, sólo me gustaria que sirviera para llamar la atención. No quiero que Belmez pierda más señas de identidad, por pequeñas que sean, sin al menos tener una excusa razonable.
Se podrían haber mantenido varios ejemplares, haberlos protegido, señalizados con su edad y con su historia y la del paseo. Haber intentado utilizarlos para enseñar y educar, haber diseñado unos pequeños parterres acordes a su tamaño, sin molestar mucho; y en un futuro muy próximo haber instado a la Consejería de Medio Ambiente a que los declarara “Árboles Singulares” como el eucalipto de la Fuente La Herrumbrosa de El Hoyo, lo hubiésemos conseguido esgrimiendo su historia. Hemos perdido una oportunidad. La calle va a quedar convertida en un amplia y bonita avenida, justo lo que merece el pueblo y este vial. Estos árboles le aportaban un poco de calor sentmental a la frialdad de las grandes farolas y los pequeños naranjos. La combinación perfecta. En esta ocasión debería haber premiado el valor sentimental hacia unos árboles por los que todos los belmezanos sentimos cariño porque todos hemos pasado más de una vez junto a ellos camino de la escuela, la universidad, el campo de fútbol o de La Estación.
Publicado en el Semanario "Guadiato Información" el día 2 de febrero de 2008

jueves, 17 de enero de 2008

En vivo desde el escenario

El 25 de septiembre de 1980 murió John Bonham, el batería de la mejor banda de rock de la historia, Led Zepellin. No volvieron a tocar juntos en ningún escenario y sólo se reunieron para grabar un disco que tenían firmado con su compañía y que sólo contenía antiguas grabaciones del grupo, se llamó CODA. Se preparaban para comenzar una super gira por Europa con el ánimo de recuperar los grandes conciertos de años anteriores. Ese día murió la banda. El batería se había ahogado en su propio vómito después de una estupenda borrachera en la mansión del guitarra del grupo, Jimmy Page. No había consumido drogas. Se dice que había tomado 40 vodkas con naranja en sólo unas horas.
Murió el batería y nació la leyenda, algo típico entre los artistas, algo “normal” entre los más grandes. Jim Morrison, Jimy Hendrix, Kurt Cobain... vivieron mucho y rápido, nos dejaron un gran legado musical y murieron demasiado jóvenes. Repetir lo que hicieron hoy día es fácil, basta con tener buenos instrumentos, buena técnica y ensayar. Su mérito radica en que fueron los primeros en lo suyo, su estilo y su formas de intepretar. Por eso son y serán únicos e irrepetibles, por eso esa época fue tan grande, porque aparecieron muchos en muy poco tiempo, porque sus temas son y serán atemporales. Nos puede gustar o no su estética, la de su música, pero nadie discute que la década entre 1965 y 1975 ha sido y será siempre la década más gloriosa del Rock en particular y probablemente de la música en general. Antes de ellos sólo EL REY, Elvis Presley, llegó a esas cotas de creatividad, calidad y cuota mediática.
Dicen que todos bebían de Chuck Berry, EL GUITARRA, el maestro de todos, un tío que hoy tiene más de 80 años y que sigue subido en los escenarios. No entiendo a que esperan desde el FESTIVAL de LA GUITARRA de Córdoba para traerlo. Se hicieron grandes en los conciertos, el teatro de los músicos, cara a cara con el público, sin artificios ni retoques de estudio, a pelo. Ellos y la gente, con una guitarra, un micrófono, un bajo y un batería; a lo suma también un órgano, entre ambos. Hay que luchar por eso, por el directo. A los que nos gusta la música sabemos que es el momento en el que un grupo o un artista te puede enganchar de verdad. Con el mercado de la música en crisis por la piratería y los excesivos precios de los cd’s y con el nacimiento del mp3 como formato que sustituirá todo los demás, el directo es la salvación de todos aquellos que quieren hacerso un hueco. Cualquier apuesta por ofrecer música en directo, al nivel que sea va a ser un triunfo a partir de ahora. En Córdoba han aparecido en menos de tres años más de 10 garitos que ofrecen actuaciones todas las semanas. Los artitas tienen más espacio, existe más oferta porque la demanda es grande y todo a buen precio. Los artistas cobran poquito, los garitos no ponen entradas caras y la gente puede acudir.
Aquí, un grupo de románticos seguimos amando el rock y la buena música en general. Nuestra idea y nuestra apuesta fue “LUNAS DE AGOSTO. A la espera de que Led Zepellin quiera reunirse de nuevo ya estamos trabajando en la siguiente edición. Como no se den prisa, si después quieren venir van a tener que telonear a THE FOUR CORNERS BAND.
Publicado en el Semanario "Guadiato Información" el día 19 de enero de 2008

viernes, 11 de enero de 2008

LOS TOMILLOS

Uno de los primeros recuerdos que tengo de la infancia es el camino hacia “el puerto” junto a mis hermanos y algunos amigos la mañana el 19 de enero. Mi padre “reclutaba” a sus alumnos y con ellos íbamos varios chavales más pequeños a recoger tomillos. Día típico de invierno, frío, niebla mañanera, tarde agradable y noche de “pelona”. Todo el día en el campo hasta que comenzaba a ponerse el sol arrancando lo que llamamos tomillos, aunque en realidad es lavanda, y hacerlos haces para transportarlos a ese lugar del pueblo escogido para hacer la hoguera por la noche. Los más pequeños nos pasábamos todo la mañana jugando al fútbol en una improvisada cancha con porterías hechas de piedras y alguna prenda de ropa colocada encima mientras los que eran un poquito más grandes, azada en mano, hacían acopio de “tomillo” y leña. Parada al mediodía para comernos el bocata y empezar a preparar la vuelta. Con suerte, algún padre o conocido tenía un remolque o una camioneta que cargaba todo el material. Pero lo normal era volver de nuevo a pie, arrastrando los haces, o en bici, con los tomillos en la parte de atrás. Una aventura. Los años pasan, pero el ritual se repite todos los 19 de enero... “EL DÍA DE LOS TOMILLOS”. La percepción que tengo de la fiesta es un reflejo de mi vida en el pueblo a lo largo de todos estos años; en realidad un reflejo de la sociedad belmezana, como creo que ocurre con todas las tradiciones populares. Durante algún tiempo el ambiente y el número de hogueras se vio muy reducido, tan sólo las “candelas” con más solera mantuvieron la tradición. Curiosamente estos años coinciden con los años en los que mis amigos de colegio tuvieron, con la edad, que emigrar fuera, los años en los que la población de Belmez y toda la comarca sufrió el retroceso más grande. Seguramente el pesismismo y la desgana provocado por el terrible virus de la emigración sean más influyente en el descenso del número de hogueras en ese tiempo que la propia emigración en sí. Puede y debe ser un indicador clave para entender que las tradiciones en general y las fiestas populares en particular deben ser ingrediente de los cimientos de un pueblo, hay que mantenerlas, enseñarlas e incluso difundirlas con orgullo y con pasión. El día de Los Tomillos puede ser el día más romántico de Belmez, la fiesta que los belmezanos y belmezanas tanto los que estamos en Belmez como los que por desgracia tienen que estar fuera, recordamos, cuidamos y añoramos con más intensidad; seguramente porque desde muy pequeños hemos “mamado” este día, hemos arrancado tomillos, hemos respirado el aroma nocturno de esta fiesta, hemos saltado las hogueras y hemos bailado alrededor del calor de la candela y la hospitalidad de los vecinos. La noche en la que todos tomamos por primera vez el pitarra en una bota con la cara tiznada y el día en el que más se canta. La estampa de un pueblo ardiendo por todas las calles y oliendo a planta aromática, respirando tradición y comiendo los productos de las matanzas de diciembre. El día en el que personalmente depuro y aumento mi sentimiento por Belmez y la cultura popular, un amor que los belmezanos llevamos en la impronta y que los visitantes adquieren con el primer trozo de chorizo que se llevan a la boca.
Publicado en el Semanario "Guadiato Información" el día 12 de enero de 2008