viernes, 11 de enero de 2008

LOS TOMILLOS

Uno de los primeros recuerdos que tengo de la infancia es el camino hacia “el puerto” junto a mis hermanos y algunos amigos la mañana el 19 de enero. Mi padre “reclutaba” a sus alumnos y con ellos íbamos varios chavales más pequeños a recoger tomillos. Día típico de invierno, frío, niebla mañanera, tarde agradable y noche de “pelona”. Todo el día en el campo hasta que comenzaba a ponerse el sol arrancando lo que llamamos tomillos, aunque en realidad es lavanda, y hacerlos haces para transportarlos a ese lugar del pueblo escogido para hacer la hoguera por la noche. Los más pequeños nos pasábamos todo la mañana jugando al fútbol en una improvisada cancha con porterías hechas de piedras y alguna prenda de ropa colocada encima mientras los que eran un poquito más grandes, azada en mano, hacían acopio de “tomillo” y leña. Parada al mediodía para comernos el bocata y empezar a preparar la vuelta. Con suerte, algún padre o conocido tenía un remolque o una camioneta que cargaba todo el material. Pero lo normal era volver de nuevo a pie, arrastrando los haces, o en bici, con los tomillos en la parte de atrás. Una aventura. Los años pasan, pero el ritual se repite todos los 19 de enero... “EL DÍA DE LOS TOMILLOS”. La percepción que tengo de la fiesta es un reflejo de mi vida en el pueblo a lo largo de todos estos años; en realidad un reflejo de la sociedad belmezana, como creo que ocurre con todas las tradiciones populares. Durante algún tiempo el ambiente y el número de hogueras se vio muy reducido, tan sólo las “candelas” con más solera mantuvieron la tradición. Curiosamente estos años coinciden con los años en los que mis amigos de colegio tuvieron, con la edad, que emigrar fuera, los años en los que la población de Belmez y toda la comarca sufrió el retroceso más grande. Seguramente el pesismismo y la desgana provocado por el terrible virus de la emigración sean más influyente en el descenso del número de hogueras en ese tiempo que la propia emigración en sí. Puede y debe ser un indicador clave para entender que las tradiciones en general y las fiestas populares en particular deben ser ingrediente de los cimientos de un pueblo, hay que mantenerlas, enseñarlas e incluso difundirlas con orgullo y con pasión. El día de Los Tomillos puede ser el día más romántico de Belmez, la fiesta que los belmezanos y belmezanas tanto los que estamos en Belmez como los que por desgracia tienen que estar fuera, recordamos, cuidamos y añoramos con más intensidad; seguramente porque desde muy pequeños hemos “mamado” este día, hemos arrancado tomillos, hemos respirado el aroma nocturno de esta fiesta, hemos saltado las hogueras y hemos bailado alrededor del calor de la candela y la hospitalidad de los vecinos. La noche en la que todos tomamos por primera vez el pitarra en una bota con la cara tiznada y el día en el que más se canta. La estampa de un pueblo ardiendo por todas las calles y oliendo a planta aromática, respirando tradición y comiendo los productos de las matanzas de diciembre. El día en el que personalmente depuro y aumento mi sentimiento por Belmez y la cultura popular, un amor que los belmezanos llevamos en la impronta y que los visitantes adquieren con el primer trozo de chorizo que se llevan a la boca.
Publicado en el Semanario "Guadiato Información" el día 12 de enero de 2008

1 comentario:

Unknown dijo...

Y así, antonio j. se canta:
EL DÍA DE LOS TOMILLOS
VAN LOS CHIQUILLOS
A POR UN "JAZ"
JA, JA, JA
PARA CALENTAR AL SANTO
QUE ESTÁ DESNUDO
S. SEBASTIÁN.
JA,JA JA!!!
(VIVA NUESTRO PATRÓN!!!)