martes, 30 de agosto de 2011

Alberto, Julio... el vestuario.

Lo primero que había que hacer es trabajar para confeccionar una plantilla competitiva con varias premisas. La primera era mantener el núcleo fuerte del año pasado. Un número importante de jugadores de Fuente Obejuna, fundadores del club, junto a Raúl Balsera, Sebi y Carlos Martínez. El resultado fue estupendo y los jugadores ya se conocían. Pero era corta. 
Me gusta trabajar con gente joven y en su defecto, con jugadores que sigan teniendo hambre, por entrenar, aprender y competir. Esa especie de deportistas que no pierden ni a las canicas con sus hermanos. Y si lo hacen no les queda ganas de dormir el domingo para llegar el martes a comerse el albero. El perfil es claro: gente que a pesar de su edad sigan teniendo ambición por aprender y mejorar. 
Lo segundo era que fuesen jugadores de la comarca para que puedan entrenar todos los días de la semana con el grupo, ahorrar dinero en desplazamientos y que se sientan cercanos al pueblo y el proyecto.

El 17 de mayo del 2009, el RECRE jugaba su último partido en Andaluza frente al equipo que se proclamó campeón ese mismo día, el Marinaleda, en su casa, en el "Jornalero Stadium". Nosotros ya estábamos descendidos y ellos tenían que ganar y esperar una debacle en  Montilla. Y sucedió.
Acudimos a jugar con cuatro juveniles de primer año y sin portero suplente por la sanción de Lalo. La alineción fue: Tomás, Pedro Gallego, Cuenca, José Ignacio, Polonio, Alberto, Salvi, Antonio MIguel, Paredes, Paquico y Fernando. En el banquillo: Juan Pablo, Julio, Rafa Bernal y Antonio Luis
Campo de césped natural y en una condiciones desastrosas. 
El equipo local tenía un jugador en el centro del campo, Tomy, del que se decía era el mejor en su puesto de la categoría Un tío alto, muy fuerte y con un golpeo de balón cojonudo. Destruía, robaba y la daba a dos toques sin fallar. Nos tenía locos. Lo robaba todo, por arribba y por abajo, daba "leña" con conocimiento y no nos dejaba salir. El césped le ayudaba y no éramos capaces de crear en el centro nada con su presencia. Se las estaba viendo con Salvi y no le quitábamos una.
En el minuto 30, aproximadamente, Alberto se acercó al  banquillo con una de esas caras que lo dicen todo, más para los que lo conocemos. Me acerqué a él con un bote de agua y antes de que le dijese nada me pide que le deje unos minutos cerca de Tomy, que lo cambiara de sitio con Salvi hasta el final de la primera parte. Alberto estaba lesionado, jugaba con una de esas rodilleras escandalosas por un esguince que arrastraba por un accidente laboral. Venía desde Madrid a jugar y al acabar se volvía en su coche. Ordené el cambio y llegó  la primera jugada en la que se encontraban; un balón dividido, raso pero con un bote irregular por el terreno. El mediocentro era un tanque, no paraba, arrollaba con elegencia y se hacia con el balón en todas esas jugadas. Alberto se paró, puso su pierna izquierda bien clavada en el césped, se colocó de lado para cubrir la pelota sabiendo que el rival iba a por todas y que podía joderle la rodilla con un simple choque teniendo fija la pierna, y lo esperó medio segundo protegiéndose un poco con su hombro. El tío le sacaba más de una cuarta y venía como un toro. Y chocaron. El golpe fue terrible pero limpio, Tomy calló como cuando uno se choca con una pared, Alberto salío con la pelota, esperó a que se levantara y le hizo un recorte hacia el lado derecho, el tío pasó de nuevo como un toro y volvió a caer desequilibrado por el engaño del "chiquinino gordo" como le decían desde la grada. No volvió a ganar un salto. Cada vez que se acercaba el balón por arriba Alberto daba un grito y Tomy no se arrimaba a menos de un metro. El entrenador, Fran Reina, me decía desde el banquillo que no apretaramos tanto, que no nos jugábamos nada y que le dijese al número 6 que no se esforzara tanto (el 6 era Alberto). Él me hablaba a voces. Me acerqué y le repondí al oido: "Díselo tú"
Tomy, su mejor jugador fue sustituido en el minuto 5' de la segunda parte. Me cuentan después que pidió el cambio en el descanso. 
Al descanso, el partido iba 2-0 pero la cosa estaba demasiado igualada y se mascaba un gol nuestro.
En nuestro banquillo, los cuatro juveniles pasaban un día divertido, Estaban disfrutando del partido, era una fiesta para ellos a pesar de no jugarnos nada. Sabían que iban a jugar y estaban relajados y poco concentrados. 
En el descanso ordeno que todos entrásemos al vestuario. Titulares y suplentes, además del resto de la expedición (el Gordo, Rubén, Lalo, y unos pequeños acompañantes). En el camino Alberto se acerca y me dice que está mal, la rodilla jodida y muy cansado por el esfuerzo, el viaje y la falta de entrenamiento por la lesión. Pero que esté tranquilo que, literalmente: "vamos a ganar". Impresionante.
Una vez dentro del vestuario y todos sentados tras refrescarse un poco entraron el resto de jugadores avisados que se encontraban jugando fuera. Alberto estaba sentado con las piernas abiertas, los codos apoyados en las rodillas y la cabeza baja. El último en entrar fue Julio, y lo hizo de una manera un poco festiva. Todos estábamos callados esperando que se recuperan un poco para empezar a hablar. Al entrar, Julio mira a Alberto y le dice: "Vamos viejo, que ya no puedes más". Dos segundo después y tras un silencio sepulcral, Alberto levantó la cabeza y sin moverse un milímetro se dirige a él: "León, no estoy cansado, estoy concentrándome para ganar el partido por ti, por todos y para vuelvas contento al pueblo". AMÉN

Eso es lo que empezamos a buscar, jugadores que tengan la edad que tengan sigan buscando la gloria domingo a domingo, sea cual sea el campo y sea cuales sean las consecuencias.
LOs cojones pegados al culo como los leones y BALÓNalSUELO
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1 comentario:

Anónimo dijo...

La gloria y sus consecuencias...............cada moral tiene una historia, cada historia tiene un final, cada batalla tiene su gloria y sus consecuencias....tengo mas miedo de amar que de ser despreciado,pero voy a seguir intentándolo aunque he sido advertido........"Mader Main"